Cuando pienso en el universo -cuando tengo tiempo de pensar en universalidades- me pregunto cómo será todo más allá del universo; es decir, cuáles son los márgenes, dónde termina el universo y dónde comienza... ¡Y qué demonios comenzará más allá del universo!
Y del mismo modo, y porque estoy y me siento muy análogo ultimadamente me pregunto ¿qué descansa más allá de los márgenes del amor cuando uno está enamorado? Dónde termina el amor y dónde comienza... ¡Y qué demonios comenzará más allá del amor!
Los márgenes siempre nos indican un comienzo y un final, siempre definen los límites y encasillan facultades; y todo lo que va más allá de los extramuros no es más que una sospecha, un terraplén tan foráneo que casi siempre lo hacemos perder -con poco esfuerzo- en el horizonte de la ignorancia.
El amor y el universo, lo cuántico y lo termodinámico. Quizá, cuando la vida se desarrolló en este sextante del universo, era evidente que se iniciara algo que va tan allá, o más allá de lo consciente, y se desarrollara algo tan inconsciente como el amor.
Después de todo, ni el amor ni el universo tienen márgenes, y nosotros, los humanos, nos dedicamos erróneamente a poner límites, a delimitar lo que no podemos concebir sin límites, lo sencillamente... inconmensurable.