Quién no tuviera la forma de predecir eventualidades del corazón, y tener digamos así, un presentador del tiempo, o en éste caso, un presentador del corazón que nos augure no pronósticos metereológicos, sino digamos, pronósticos amatorios.
Y así, encenderíamos el televisor, abriríamos el periódico y pudiéramos recibir por ejemplo: precipitaciones lacrimosas por la mañana, alegría despejada por la tarde, pero tenga cuidado, nubarrones de resentimiento por la noche.
Y en suma los pronósticos no serían muy pertinentes que digamos, y nos advirtieran de la volubilidad del clima amatorio sin mayor suerte, porque las fuerzas de la naturaleza no respetan antelaciones. Y así, el amor, de la misma manera, unicamente aceptaría, pronósticos reservados.
Y así, encenderíamos el televisor, abriríamos el periódico y pudiéramos recibir por ejemplo: precipitaciones lacrimosas por la mañana, alegría despejada por la tarde, pero tenga cuidado, nubarrones de resentimiento por la noche.
Y en suma los pronósticos no serían muy pertinentes que digamos, y nos advirtieran de la volubilidad del clima amatorio sin mayor suerte, porque las fuerzas de la naturaleza no respetan antelaciones. Y así, el amor, de la misma manera, unicamente aceptaría, pronósticos reservados.
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