lunes, 28 de diciembre de 2009

Migraña

El encuentro no fue del todo agradable, aunque no puedo negar que siempre es agradable toparme con tu mirada, la migraña acudió a mí aquella tarde para arruinarme toda ensoñación contenida.
Bebimos chocolate, como para estar acorde con las festividades de fin de año, el pye de plátano estuvo delicioso, un manjar de los dioses como acoté oportunamente. El lugar, Café Beirut, si mal no recuerdo, era agradable, aunque el reducido espacio me hizo entrar en un ataque de claustrofobia, y si a eso le sumo la migraña, y el corazón acelerado por tu presencia, estuve al borde de entrar en asfixia.
Luego el billar, donde me sentí más cómodo, y claro, quería apreciar tu físico mejor, deleitarme con tu figura, por eso escogí jugar billar, y la verdad que fue agradable el espectáculo. Me dejé ganar a suerte de forzar una futura revancha, una estratagema que aprendí de mis amigos.
Pero la verdad que ya no sé cuán saludable sea volver a verte, no sé si al volver a verte, me relaje como aquella vez, porque aunque la migraña echó por tierra mis pretensiones, saber que sigues con aquél chico que me presentaste una noche, me ha venido como un baldazo de agua fría, como una migraña al corazón que me fuerza a alejarme de tu antijaquecosa presencia.
Nota mental: Tampoco sé cuán saludable sea seguir escribiendo sobre ti niña, esto ya no me está gustando

sábado, 19 de diciembre de 2009

Lo que prefiero

Prefiero descansar a la luz de una lámpara, que a la luz de una falsa esperanza; recordar a las mujeres que me amaron, que a las que amé. Prefiero sentarme a ver la gente pasar, antes de ser yo el caminante observado; conversar de lo que sea con la niña que amo, antes de amar a una niña que no conversa. Prefiero ser niño que juega a ser hombre, a ser un hombre que juega a ser niño.

Prefiero fumar un cigarrillo cuando estoy leyendo, que fumarme una lectura; recordar tus ojos tristes, antes de percatarme de tu mirada ausente, tus pequeñitos dedos en mi cuello, que en el cuello de una botella, los atolladeros de la avenida principal, que los atolladeros de mi garganta.

Prefiero guardarme mis palabras, antes de palabrear excusas, olvidarme un cumpleaños antes de borrarte de mi memoria, cantar a viva voz como los adolescentes, antes de tararear en mi senil mente. Salir a caminar largas avenidas, antes de montarme en el primer bus que me apresure el viaje de divagaciones; perderme en las siderales distancias del sosiego, antes de perderme en los espacios reducidos de una discoteca.

Prefiero rodearme de personas que me quieren antes de querer rodearme de personas, excomulgar ante propios fueros mis errores, antes de errar ante ajenos fueros. Amarte sin decirte palabra alguna, antes de hablarte sin sentir amor.

Prefiero estar aquí, escribiendo éstas líneas, antes de estar aquí, y no escribir nada.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Piedra sobre piedra

Qué más puedo decir, qué otras ideas pueden presentarse a estas alturas del juego. Ya perdí el norte, el sur, cualquier punto cardinal me lleva hacia tí. Todos los caminos conducen a tu recuerdo. Y si Roma no se contruyó en un día, y Nerón la incendió en una noche, esta pena pirotécnica parece calcinarme lentamente, día a día; es a la inversa. Mi amor hacia ti se contruyó en un día, pero ahora, parece incendiarse noche a noche, dejándo atrás cada ceniza de tu ausencia.
No queda piedra sobre piedra, ladrillo sobre ladrillo, cariño sobre pena.
No quiero ser lacrimoso, me resisto a convertirme en lastimero. Pero ya está, no se pueden contradecir ciertas cosas. Niña, tu tímida sonrisa ha calado en mi extrovertida memoria, y no sé cómo manejarlo.
Roma no se contruyó en un día, Rómulo y Remo bebieron de lúpicas glandulas mamarias hasta fundar un imperio, y para continuar con la emulación, yo bebo de las ubres depresivas, para fundar sin mayor remedio, el imperio de un desamor.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Enajenado

Dije hasta aquí el mes pasado, pero ha pasado que hasta aqui es incertidumbre. Niña, yo te pienso y no sé qué hacer, no sé qué decir o qué pensar. Estos amores no se explican tan fácilmente. Sólo queda darle vueltas al asunto, sólo queda deambular con el mismo pensamiento: "Te quiero", te quiero y no sé qué hacer con eso; con ese cariño que no se va, que quiere quedarse a pesar de la negativa.
Nunca he sido de amores fáciles, pero tampoco he sido devoto de los complicados. No porque me guste hacérmela fácil, sino porque no me gusta enajenarme. Pero de vuelta, uno no puede evitar ciertos amores. Hay amores calmos y sosegados, amores que transcurren en el cotidiano, y cuando uno menos lo cree, ya se encuentra enamorado, enamorado de alguien que corresponde a ese amor. Y también, por qué vamos a negarlo, hay amores como este, donde la tratativas no llegan a ningún lado, y uno se encuentra solo, con ese amor que nos enajena los pensamientos, ese amor inllevadero que no parece dejarnos.
No es fácil, tampoco es el fin del mundo, ninguna predicción Maya presupone un desamor como el fin del mundo. Pero acaso, cuando uno se encuentra envuelto en esos amores, es para el amor, el fin de todos los tiempos.
Niña, se me acaban los argumentos, se me acaban los preceptos, las ideas, y me siento enajenado.
No hay mas qué decir, he comenzado ese viaje sin retorno que es tu amor inllevadero. Porque los desamores siempre son un viaje sin retorno, una partida que nos aleja de la inocencia sin remedio, y poco a poco nos vamos alejando, hasta que otro amor nos rescate, o hasta que el viaje se haga tan largo, que la enajenación nos deja sin inocencia e impertinentemente desenamorados.